Como se llega al apareamiento
Los hámsters dorados somos animales solitarios, que
preferimos que se nos deje tranquilos. Este comportamiento se ha de invertir con vistas a
la conservación de nuestra especie, o sea, para la reunión de los sexos. Como mínimo
uno de los integrantes de la pareja ha de tener un constante interés por reunirse con el
otro ya que, de lo contrario, eso no ocurriría casi nunca. Y este integrante, al igual
que en la mayoría de animales, es el macho. Por experiencia e instinto sabemos cuando
podemos acercarnos a una hembra y cuando no. Si un machito (aunque tenga tan buena planta
como yo) se acerca demasiado a una hembrita que no está en celo, recibirá
"bofetones" y mordiscos, e incluso arriesgará su vida.
La naturaleza lo ha previsto todo y no es necesario llegar
a tales extremos. La hembra marca su territorio, su madriguera y sus senderos con una
secreción de sus genitales. Los aprieta fuertemente contra el suelo, dejando tras de sí
una marca odorífera, la cual nos indica a los machos si vale la pena correr detrás de la
hembra o no. Esta secreción huele de modo distinto según la hembra está en celo o no lo
está. Cuanto más próximo esté el macho, tanto mayor será la frecuencia con que la
hembra realice el marcaje. En la naturaleza un macho, a la vista de una hembra que no
está en celo, seguirá su camino, (... vamos, que no la haremos ni caso), pero en una
jaula pequeña no podríamos marcharnos, ni pasar de largo, por lo que seríamos atacados,
heridos o, incluso, una hembra podría llegar a matar a un macho por esta causa.
Si las marcas odoríferas le señalan al chico la
existencia de una chica receptiva, ya no tiene precaución alguna, corre detrás de ella,
le da empujoncitos y la olisquea. Al principio la chica huye un corto trecho, pero se
detiene rápidamente y espera a su chico. Entonces adoptan la posición del oso -se
yerguen-: uno frente al otro, como si fueran a combatir, pero empiezan a lamerse y a
rascarse mutuamente. Ella le da un golpecito con su nariz en el flanco y él le da un
empujoncito en sus cuartos traseros. A continuación vuelven a correr un poco, cosa que da
la impresión de que es el macho quien persigue a la hembra. Ambos se revuelcan repetidas
veces, olisqueándose y lamiéndose mutuamente de cabeza a pies y, sobre todo, en los
genitales.
Tras varias repeticiones de este preludio amoroso la
hembra cae en lo que se denomina "rigidez de apareamiento", permaneciendo muy
tiesa con el trasero levantado. Entonces el macho la puede montar y llevar a cabo la
cópula, que sólo dura unos cuantos segundos. A continuación se lamen a sí mismos y
mutuamente los genitales. Después de nuevas y breves persecuciones, se aparean varias
veces más. (Ayssssss, el amorrrrr!!!!)
El celo de la hembra únicamente dura un día, así que
los machos, no tardamos en ser arrancados de la hermosa unión de las caricias y lametones
mutuos. La mayoría de veces, al día siguiente la hembra ya vuelve a ser tan arisca o
agresiva como siempre. (Con las excepciones que he citado anteriormente que se dan según
las variedades cromáticas).
Un buen consejo es
quitar toda la comida de la jaula del macho antes de instalar a la hembra,
que podría pasar mucho tiempo llenando sus abazones y no mostrar interés
por el macho (que glotona!!). Aprovecha la copulación para limpiar la
jaula de la hembra, porque en los 16 días siguientes ésta debe estar
totalmente tranquila (excepto cuando le cambies la comida y el agua,
y limpies la zona donde defeca). El estrés durante el embarazo podría
acarrear problemas para la camada e incluso inducir al aborto.
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