En los flancos, a la altura de la última costilla, poseemos
unas glándulas características que emanan una secreción que utilizamos para
la demarcación del territorio y de la madriguera. Para realizar esta operación
frotamos con los flancos piedras, ramas, etcétera, y dejamos un rastro que
los otros hámsters reconocen. En una jaula también hacemos lo mismo, aunque
no tiene la misma función (alejar a los extraños), pero nos gusta que nuestro
hogar huela a nosotros. Las glándulas son oscuras y están recubiertas por
un mechón de pelo más oscuro que el resto de nuestro cuerpo. Los humanos
que no conocen su existencia puede confundirlas con un absceso o un eccema.
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